Posted by : Débora
jueves, abril 01, 2010
Hoy mi modo de sentir no es lo esperado. Todos parecen saberlo. Cada pelusa de residuo de piel y basura sospecha. Susurran entre ellos y ellas. Los gatos que se quejan durante la madrugada. Los perros que ladran hasta rasgarse las gargantas antes del choque en la vía principal, agregando una coincidencia a los oídos.
En la piscina espumosa de mi cabeza, navegan todos los veleros. Cada persona relacionada conmigo lleva su propio mástil, e incluso su propio aire. Unos van apacibles. Otros lejos, exploran islas raras de mi mente. Están los que vertiginosamente montan las olas de mis agites. Y en fin, cada quien por su lado, saludándose de vez en cuando. Casi nunca saludándome.
Cuando me pega la canción más suave, se me hunde lentamente en lo sólido del pecho. No me la puedo sacar. Lucho por arrancar lo que sea que me genera, y por contener el llanto. Apareces tú, como siempre de un tiempo para acá, para hundirla mucho más. Para navegarme con tu barquito de papel que no se moja.
Con tus palabras dagas.
Tus insinuaciones pesadas.
La inseguridad de un futuro que me va comiendo desde ya. El ciclo que se repite y que voy empezando a odiar desde ya mismo. De aquí en adelante todos los días se convierten en uno solo, divido en etapas raras.
Con el paso de los días, otras cosas empiezan a hundirse. A veces simplemente no puedo distinguir entre éxtasis o agonía. Entre belleza total o absoluto horror. Entre lo que extraño y lo que no quiero de vuelta, nunca más, muy a lo Poe.
Te digo que te amo a diario, y no reaccionas. O no haces lo que espero. Simplemente prestar atención.
Me inyecto libertad, y tu crees que es equilibrio, o felicidad natural con la que me bendijo mi creación afortunada. Mis logros alcanzados luego de tanto vivir y experimentar. Yo sé que es mentira.
En un costado se me anida el deseo en horas inesperadas. Me quema hasta la nuca, donde seres raros viven, asustados de la perspectiva del próximo contacto. Desecho tal ardor mordiendo un limón, o lo desechas dándome algo bien amargo. O chocolate o café.
En tus tibios labios me recojo a pensar en el real vacío de lo que hago. Me da miedo y no puedo negarlo. Me das miedo. Te temo, por tu prisa y tu lentitud. Tu ida y tu vuelta. Lo que mueves, lo despojas a tu antojo. Tus desequilibrios y lo que has logrado equilibrar. Tu modo de quererme, desearme, odiarme, extrañarme, mentirme.
Hoy me pego a mis malos sentimientos. A mi no cordura que me hace dudar de todo. A la soledad que odio sentir si no estás conmigo, acá mismo, acá en la vena. Me pego a la confusión y la dualidad de mi ser. A la multiplicidad de los sentimientos, a la libertad de nuevo, maldita.
Empieza ligera una nueva etapa. Déjame lo que traigas reservado ya mismo. No te guardes el rencor, ni la pureza. Dame algo de comer, así sean las carroñas de lo que te mata.
Si no lo haces no tiene gran importancia, al menos hoy. Sacudo mi cabeza caliente muy fuerte y todos, incluyéndote, naufragan. Felicidad fugaz. Pasado un tiempo se recuperarán, y no recordarán lo vivido en el último naufragio.
Y quedará de nuevo intacto, tu estúpido barco de papel que no se moja.
Publicar un comentario