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Posted by : Débora jueves, julio 25, 2013

Entry Title: " Taito-Ka"

Name: Andy Rudak, United Kingdom 
Category: Professional, Outside


Contra todo pronóstico amaneció. Sentir y ver la luz solar es análogo a amanecer atormentado por un estruendoso réquiem. El acto más egoísta que tuve fue acostarme con ella, ese acto repetido casi diariamente durante meses y meses, sin que pareciera que los límites importaban. Lo recuerdo esta mañana porque creo que cuenta, creo que mi memoria pesa para algo en quién soy. Me reconozco en esos eventos.

Siempre prefiero tomar agua con hielo. En esta época moderna todo me sobrepasa, las comunicaciones estáticas continuas sé que me hacen parecer alguien dependiente no solo de mis relaciones, sino del entorno virtual que me otorga existencia con reconocimiento. Tengo muy pocos amigos. Me gusta fumar marihuana. Me siento bien recibiendo cariño físico, y aún mejor dándolo mientras sea bien acogido. Extraño sentir simpatía por cosas simples.

A menudo soy quien no soy. Soy alguien celoso cuando en verdad deseo y siento gusto por estar en completo estado de relajación y desapego sin que eso signifique que me vuelvo insensible a los estímulos externos, o a las expresiones de amor. Aunque (retomando) parezco y soy algo dependiente de las comunicaciones y por lo tanto de la retroalimentación (que no es más que la alimentación pasada), me siento verdaderamente dejada atrás por todo este fenómeno, me siento como alguien que busca mantenerse al ritmo de la herramienta, como alguien que busca encajar todo el tiempo.

A pesar de todos mis esfuerzos que confío pasan por naturalidades, el único feedback que no recibo es el que más ardientemente deseo. Y no es un evento nuevo para mi. Me impresiona que la psicología sea un oficio, sin disminuirlo en lo absoluto. O bueno, más bien me impresiona que la terapia psicológica lo sea. Me impresiona que estemos tan cómodos con la idea global de que no somos capaces de aceptarnos, reconocernos, reconocer a los demás, aceptarlos, abrazar el ciclo de nuestras realidades, integrarnos, querernos o despreciarnos justamente, aceptar que nuestras percepciones de esa justicia son totalmente ficticios, aceptar que un ser humano estudiado nos puede ayudar a hacer esto de una mejor manera, a través del abrazo a la infancia dura o suave, a través de la sexualidad, a través del ego.

Ha pasado todo este tiempo y creo que ya no me levanto ansiando ese amanecer que Thoreau le adjudica a una humanidad sencilla. Sencillez.  Tengo deudas sentimentales, monetarias, laborales, morales. Tengo demasiados objetos acumulados en mi cuarto, que me hacen sentir prestada hacia ellos, y un poco inútil o más bien floja al no darles uso. Pretendo contabilizarlos. Pienso a veces que contarlos y clasificarlos, pesarlos, describirlos, exprime de ellos todo el posible uso que tienen. Hacer inventario fuera de lo comercial, creo que es una actividad altamente subestimada.

Hay una telaraña que me atormenta. Sé que mis palabras forman apenas un hilo fino de los millones que la componen. Sé que son sólo sus vibraciones las que me llegan con nitidez. Todo lo demás me lo pierdo o se pierde de mi. Toda esa vibración que está alertando al punto a esa gran Araña, esos avisos que nos ponen al borde de la muerte, los desconozco y me asusta el poco acceso que tengo a la telaraña a la que pertenezco. Quisiera morir sabiendo con quién o por quién muero, sin ansiedades divinas a los por qués. 

Sin importar lo mucho que intente, mi pensamiento de las larvas no se despega de mi visión de las larvas, o la imagen arraigada que tengo de ellas. La larva saliendo de la papa o la guayaba, la larva que sale de la tierra húmeda cuando llueve, o cuando el suelo vibra. La larva que el monje no aniquila por un sentido de posible familiaridad. ¿Por qué no puedo separarlo?

"Afuera el viento pasa."

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